El 2 de abril de 1982 debemos recordarlo como uno de los días más tristes de la
historia argentina. Marcó el inicio de una aventura militar descabellada, que encendió la ilusión de un pueblo que buscaba una justa reivindicación, pero que fue promovida por un régimen militar que recurrió al conflicto bélico porque ya no tenía justificación ni sustento político. La guerra dejó muertes, mutilaciones y sacrificios para inocentes soldados y valientes oficiales que siguieron a sus jefes. Y entre los sobrevivientes, las
huellas de las duras horas vividas generaron una larga lista de suicidios y de vidas definitivamente quebradas.
También dejó al pueblo desconsolado en la humillación de una derrota. Como contrapartida, marcó fin definitivo de las dictaduras y las aventuras militares en nuestro país y abrió las puertas a una vida democrática, plagada de dificultades, pero que ya nos ha permitido durante 35 años ejercer libremente nuestros derechos ciudadanos.
Pero la guerra, también alejó, una vez más, la posibilidad de una solución pacífica ante un colonizador dispuesto a no respetar derechos ajenos ni acceder al diálogo cuando puede imponer la fuerza. Los responsables del 2 de abril quisieron seguir su ejemplo sin medir las consecuencias ni calcular los riesgos.
Han pasado 37 años y mucho ha cambiado el mundo, pero nada hemos podido avanzar en el diálogo que exigen las resoluciones de las Naciones Unidas sobre la soberanía de la Islas Malvinas. Una decisión reciente de la Corte Internacional de Justicia puso en claro que ya es tiempo de terminar con los pocos casos de colonialismo que aún quedan en el mundo, abriendo quizás una nueva instancia para llevar a la potencia ocupante a la necesidad de modificar su intransigencia y sentarse a conversar con la Argentina sobre todos los aspectos de la disputa.
La identificación de los restos de muchos de nuestros caídos que reposan en el
Cementerio de Darwin ha comenzado a sanar algunas de las muchas heridas aún
abiertas. El Comité Internacional de la Cruz Roja, institución creada por nuestro
Hermano Henry Dunant, jugó un rol muy importante en el la implementación de este proyecto humanitario.
Honremos la memoria de los caídos en el recogimiento y reafirmemos nuestros votos masónicos por la paz, la convivencia y el repudio a la violencia. Y continuemos trabajando por la plena vigencia del derecho internacional, la solución pacífica de los conflictos, y el fin del colonialismo en toda la faz de la Tierra, Islas Malvinas incluidas.
Ángel Jorge Clavero
Gran Maestre